En una de sus visitas a Jerusalén, Jesús curó a un hombre paralítico en la piscina de Betesda, cerca de la puerta del Cordero. El agua de la piscina fluía desde una fuente que la inundaba cada cierto tiempo. Cuando sucedía esto, la primera persona que entraba en el agua se curaba de cualquier enfermedad. Sin embargo, el hombre paralítico nunca llegó a ser el primero en entrar. Cuando Jesús visitó aquel lugar, le dijo: «Levántate, toma tu camilla y anda». Y al instante el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar (Juan V). La piscina de Betesda es propiedad de la iglesia de Santa Ana de los Padres Blancos, misioneros de África. También es conocida como piscina Probática.